Hay que transformar todas las asignaciones universales y particulares en programas de trabajo con contraprestación laboral, con cantidad de horas de acuerdo al monto de la percepción, en ningún caso será menor a 20 horas semanales.
El trabajo se prestará en escuelas, hospitales o comisarias cercanas, en tareas de mantenimiento o adecuadas al perfil de la persona. Tendrá duración limitada en el tiempo. Reportarán a autoridades del lugar asignado. Su inasistencia producirá la caducidad del beneficio.
Esta acción recupera la dignidad que da el trabajo, y la satisfacción de que el ingreso económico ya no es un subsidio sino el resultado del esfuerzo. A su vez, elimina la intermediación política hoy existente que transforma a los beneficiarios en rehenes de organizaciones militantes.